La amabilidad es algo que podemos tener en nuestro día a día, aunque a veces pase un poco de puntillas, y es que pocas veces nos paramos a pensar qué significa ser amable y mucho menos que significa ser amable para nuestros niños. Así que vamos a reflexionar juntos sobre lo que esto puede aportar a los niños.
Ser amable puede ser no reírse de un compañero cuando el resto de niños lo hace, o puede ser escuchar a mi abuelo con paciencia cuando me cuenta las mismas historias una y otra vez. También ser amable puede ser ayudar, con las tareas de casa o en el cole, o algo tan sencillo como llamar a las personas por su nombre. ¿Cómo podemos ser amables con alguien con quien todos se meten? ¿Y si nos da miedo que también se puedan meter con nosotros? (Sé amable, un cuento de Pat Zietlow Miller y Jen Hill, Editorial Dr Buk).
Todas estas acciones tienen un impacto muy positivo en el desarrollo de los niños. Cuando los niños son amables con otras personas, eso influye de manera positiva en sus relaciones, puesto que así se favorecen los vínculos afectivos positivos. Somos seres humanos y, como tales, las relaciones sociales forman parte de nuestra cultura. Cuanto mejores sean sus relaciones, más adaptados se van a sentir y mejor se van a encontrar con ellos mismos. El sentimiento de pertenencia que se genera en estas situaciones va a favorecer su autoestima, como también lo va a favorecer el ayudar en las tareas domésticas o del cole y el sentirse capaz y responsable por ello. Qué importante, ¿no?
Cuando los niños enseñan a otros niños (por ejemplo, a los más pequeños) cosas que a ellos se les dan bien, su paciencia será también una forma de ser amable. En este caso, les servirá para adquirir estrategias que favorezcan su autocontrol.