Reliquias, el primer libro de cuentos de Ana Martínez Castillo, es una colección de miedos atávicos que nos acompañan desde siempre. Todos los personajes cargan con su propio miedo y es ese miedo el que les obliga a actuar, con frecuencia de forma absurda o irracional para un observador externo de la trama, pero siguiendo las leyes propias de una lógica interna que la autora es capaz de urdir hábilmente en muchos de los cuentos.
Ana Martínez Castillo nos hace creer en esos seres atormentados, viles o inocentes, ridículos o heroicos gracias a la soltura con la que es capaz de utilizar un lenguaje limpio y directo que combina a ratos con un registro cuidado en la elaboración de imágenes bellísimas, muy sensoriales, cuando la descripción de una atmósfera o un personaje así lo requiere.
No existen límites en su exploración del miedo literario. La autora toma prestadas referencias muy diversas y se adentra en devastadoras sociedades distópicas, herederas de Bradbury, en los interiores sombríos del gótico victoriano, en la plasticidad escatológica del cómic o en el absurdo contemporáneo basado en el miedo existencial a la alienación del individuo que inauguró Kafka. Podría decirse que todos los órganos de lo fantástico coinciden sin desafinar en el cuerpo textual de Reliquias, porque todos, en realidad, remiten a una verdad inapelable: el ser humano siempre tendrá una historia que contar mientras cargue con el miedo, una pulsión que vamos heredando de nuestros antepasados como una trágica joya de familia. Como una reliquia que nos espanta y nos fascina sin que podamos evitarlo.