Tras el éxito de Madame Bovary, Flaubert, harto del mundo moderno y realista que retrata su novela, reaviva el poso que le había dejado en la imaginación un viaje de dos años a Oriente, y concibe el proyecto de Salammbô, una novela ambientada en las guerras púnicas que logró uno de los mayores éxitos literarios de la época.
Con la llegada del Romanticismo, la narrativa francesa mostró un gran interés por la novela histórica, dando lugar a estampas tópicas e irreales de la Antigüedad. Flaubert se propone revivir el Oriente «pero sin turbantes, pipas ni odaliscas». «Siento la necesidad de escribir grandes cosas suntuosas», confesó entonces, «batallas, asedios, descripciones del viejo Oriente fabuloso, lejos del mundo moderno del que estoy hasta las narices».
Flaubert, obseso de la información, se documenta en profundidad y sitúa su novela en unos acontecimientos apenas conocidos de un remoto periodo histórico: tras la rendición de la oligarquía cartaginesa, Roma se había convertido en vencedora de la primera guerra púnica (264-241 a. C.); los romanos impusieron a los vencidos cesiones territoriales y una cuantiosa suma que dejó vacías las arcas públicas cartaginesas, impidiéndoles pagar a los mercenarios que les habían apoyado. Su revuelta se prolongó durante dos años y dio lugar a terribles carnicerías por ambas partes.
Flaubert insufla vida a una civilización muerta y casi desconocida, y crea una epopeya en la que se mezclan el misticismo de las religiones antiguas, el lirismo de la protagonista, hija de Amílcar Barca y guardiana del velo sagrado, y las crueldades de la guerra.