«Allá por los años sesenta del siglo pasado, un grupo de intelectuales y algunos profesionales –entre ellos el autor– junto a aquellos, dedicaron su esfuerzo a fomentar la libertad cultural y el restablecimiento de la democracia en nuestro país.
Primordialmente, prestó aliento y medios a cuantos autores estaban represaliados, perseguidos o ninguneados por la dictadura, y ese apoyo necesitaba tener un componente económico para cumplir su objetivo. Tal apoyo procedía de la Fundación Ford a través de la entidad radicante en París Comité d’Entraide Européenne, a su vez filial del Congreso por la Libertad de la Cultura. Descubrir que esta última Organización estuviese financiada por la CIA fue una conmoción a nivel mundial y una sorpresa para nosotros, que a partir de ahí cargamos sobre nuestros hombros el total coste de la labor en España.
Véanse las vicisitudes a través del testimonio del –por desgracia– único superviviente de la aventura.»