Han soñado con ella, la han diseñado, han transportado troncos bajo tempestades invernales, y finalmente lo han conseguido: los dos
chicos ya tienen su cabaña en un árbol. Desde lo alto, entre las blancas flores del cerezo, pueden contemplar el lago. La noche que
duermen en ella, se prometen amistad eterna. Llega el verano, un verano feliz... hasta que llega también la primera discusión. El motivo
es tan absurdo que lo olvidan, pero también es suficiente para separarlos. Abandonada, la cabaña ve pasar una estación tras otra,
hasta que la descubre Marta. Y, ese verano, el cerezo será testigo de una nueva promesa de amistad eterna.