Marcela vive con su abuela, la castañera, y una
muñeca de trapo desgastada por el tiempo y los
abrazos. En Navidad, la abuela monta su puesto
frente a la juguetería y, entre el ir y venir de la gente
que compra regalos, no puede dejar de mirar la
muñeca de porcelana del escaparate.
En una época en la que la publicidad nos desborda
y los niños piden como regalo todo lo que ven
en los anuncios, este cuento reflexiona sobre la
necesidad de un consumo responsable y nos
recuerda que el valor de un juguete está en la
capacidad de ensoñación que produce, más que
en su valor económico.