Domingo Zárate Vega comenzó a advertir formas apocalípticas en las nubes y a acertar en la predicción de pequeños desastres. Tras la muerte de su madre, se hace ermitaño en el valle de Elqui, donde descubre, a través de una visión, que él es nada menos que la reencarnación de Jesucristo. Cuando en 1942 se entera de que en la oficina Providencia vive una prostituta que venera a la Virgen del Carmen y que además se llama Magalena, sale a buscarla para que sea su discípula y amante, y juntos divulgar la inminente llegada del fin del mundo. El desierto chileno y las oficinas salitreras castigadas por el sol son los hostiles parajes donde el iluminado, más conocido como el Cristo de Elqui, causará revuelo entre los lugareños con sus prédicas santas. «Cada página es comestible y cada palabra se respira, pasa a los pulmones, a la imaginación, al pensamiento.» Manuel Vicent